Fui una niña solitaria.
Una adolescente perdida.
Una joven temerosa.
Y ahora…
una mujer que se conoce y confía en sí misma.
¿Qué ha cambiado?
Nada, y todo.
Externamente, el mundo sigue igual.
Las personas continúan con sus opiniones, sus valores, sus vidas, sus inseguridades.
La tragedia aún acecha en cada rincón del mundo.
Los noticieros revolotean como zamuros, buscando qué noticia dar para desalentar o distraer al televidente común.
Todos somos manipulables, de una forma u otra.
Y, sin embargo, todo ha cambiado.
Porque con tropiezos y temores, he aprendido que solo yo puedo darme valor.
Solo yo puedo darme seguridad.
Solo yo puedo darme compañía.
Crecí bajo miradas incomprensivas.
Avancé a pesar de las trabas ajenas.
Y maduré entre el dolor y la incertidumbre.
Me conocí, y me amé.
Por eso soy quien soy ahora.
La resiliencia es tan hermosa cuando llegas a ese punto en que te encuentras a ti misma. El camino nunca es lineal y tampoco es igual al de los demás, pero siempre es sumamente gratificante.